lunes, 8 de diciembre de 2014

DORMIDO



Ya entrada la noche, cuando los ojos del reloj fijaron las dos, los míos se abrieron dirigiendo mi mirada hacia la entornada puerta de la habitación. Sin conocer motivo, quede ensimismado y obcecado con ese lugar, activando todos mis sentidos en sonidos inapreciables.
Allí le vi cruzar ante mi, sin detenerse y la curiosidad pudo al sueño y al cuerpo, obligándolo a levantarse arrastrándome con él.
El miedo quería retenerme entre las calientes sábanas, pero era mayor las ganas de confirmar o no sí me había equivocado, si mi vista había engañado a mi mente.
Con la desconfianza del animal apaleado, salí hasta el salón, zona de encuentro, sin ver nada. Encendí la luz y nadie había pero podía sentir que no estaba sólo.
Sentado en el sillón donde fumo, prendí un cigarrillo con las temblorosas manos cargadas de frío.
En la primera exhalación se hizo visible entre el humo, a un palmo de mi cara, mirándome fijamente con cara de enojo, provocando mi tos, un ataque que no me permitía respirar, pero que desvaneció el humo y disipó la imagen que me amedrentaba.
Apague el cigarro y con los párpados bien cerrados me arropé nuevamente entre la falsa protección de las mantas, aquellas que estuvieron toda la noche destapándome.

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